martes, 20 de agosto de 2013

Mecanismos del horror

Sobre el libre albedrío en la novela La naranja mecánica y sus mecanismos de horror.


Anthony Burgess (Manchester, 1917 - Londres, 1993) fue novelista, ensayista, periodista y compositor de origen irlandés. Tiene publicado un ensayo sobre Joyce y varias novelas: Inside Mr. Enderby, Nothing Like the Sun, The Wanting Seed, Trémula intención, Poderes terrenales.

La naranja mecánica es una novela escrita en 1962, que cuenta la historia del nadsat-adolescente Alex (15 años) y sus tres drugos-amigos en un futuro distópico cercano lleno de violencia y destrucción. Alex tiene, ha escrito Burgess, "los principales atributos humanos; amor a la agresión, amor al lenguaje y amor a la belleza. Pero es joven y no ha entendido aún la verdadera importancia de la libertad, la que disfruta de un modo tan violento. En cierto sentido vive en el Edén, y sólo cuando cae (como en verdad le ocurre, desde una ventana) parece capaz de llegar a transformarse en un verdadero ser humano".En esta obra Burgess muestra una utopía negativa o distopia, poniendo en escena un mundo dominado por la violencia individual y colectiva.

Burgess explica en la introducción de La Naranja Mecánica que nunca ha sido publicada completa en EE.UU. El libro que escribió está dividido en tres partes de siete capítulos cada una, un total de veintiún capítulos. 21 es el símbolo de la madurez humana, o lo es en otros países aun, ya que a los 21 tenías derecho a votar  y asumías las responsabilidades de un adulto. El autor marca así una pauta de evolución en el recorrido del personaje en la novela.
El libro que publicó en Nueva York sólo tenía veinte capítulos. El editor insistió en eliminar el veintiuno. Por motivos económicos Burgess aceptó el cambio, ya que en 1962 no era nada conocido y necesitaba dinero. Se da  una profunda diferencia entre  La naranja mecánica  que es conocida en Gran Bretaña y el libro de EE.UU., ya que el final de la historia varía de manera considerable. Cuando Stanley Kubrick rodó su película, aunque lo hizo en Inglaterra, siguió la versión norteamericana, y pareció que había suprimido el desenlace.

El nasdat ultraviolento protagonista de esta historia crece unos años. La violencia acaba por aburrirlo y reconoce que es mejor  emplear la energía  humana en la creación que en la destrucción. La violencia sin sentido es una prerrogativa de la juventud. Su energía destructiva le conduce ha seguir haciendo el mal, pero llega un momento en que la violencia se convierte en algo juvenil y aburrido. “Es la réplica de los estúpidos y los ignorantes.” La mente de Alex sufre un cambio: “siente la necesidad de hacer algo en la vida, casarse, engendrar hijos, mantener la naranja del mundo girando en las rucas de Bogo, o manos de Dios, y quizás incluso crear algo, música por ejemplo.” “Es con una especie de vergüenza que este joven que está creciendo mira ese pasado de destrucción. Desea un futuro distinto.”

La versión americana y la película de Kubrick no acaban así. El chico es condicionado y luego descondicionado y es feliz al saberse recuperado volviendo a tener voluntad libre y violenta. «Sí, yo ya estaba curado», dice, y así concluyen el libro norteamericano y la película. El capítulo  veintiuno concede a la novela la posibilidad de que los seres humanos pueden cambiar, que el libre albedrío ha hecho elegir a Alex de otra manera gracias a la experiencia del mal. Burgess cree que no tiene demasiado sentido escribir una novela a menos que pueda mostrarse la posibilidad de una transformación moral  o un aumento de sabiduría que opera en el personaje.
Este libro aceptaba la noción de progreso moral y lo que en realidad  querían los editores norteamericanos era un libro pesimista.

El ser humano está dotado de libre albedrío, puede elegir entre el bien y el mal. Kant define al hombre como un valor absoluto. “La autonomía es el fundamento de la dignidad de la naturaleza humana  y de toda naturaleza racional” (Fundamento, Obras, IV, 436). La ética Kantiana perseguía un objetivo ideal: el hombre no debe jamás ser utilizado como medio, es decir, subordinado a un ulterior fin extraño; ha de ser siempre un “fin en sí”. Santo Tomás enseñó que nadie puede imponer una ley a sus propios actos (S. Th. I-II, 93,5). Kant da una segunda formula para entender la razón en su modo de obrar: obra de tal suerte que siempre tomes a la humanidad como fin y jamás lo utilices como medio, ya en tu persona, ya en la persona de cualquier otro”.

Si sólo se puede actuar bien o sólo se puede actuar mal, serás como una naranja mecánica, un juguete mecánico al que Dios o el Diablo o el Estado le darán cuerda.
Dice el autor que es tan inhumano ser totalmente bueno como totalmente malvado. Lo importante es la elección moral. La maldad tiene que existir junto a la bondad para que pueda darse esa elección moral.
Desgraciadamente hay en nosotros tanta herencia del “pecado original” impuesto o condicionado por la iglesia, que el mal nos parece atractivo y destruir es más fácil y mucho más espectacular que crear. Nos gusta morirnos de miedo ante visiones de destrucción cósmica. Su intención al escribir la novela era excitar las peores inclinaciones. “Mi saludable herencia de pecado original se exterioriza en el libro y disfruto violando y destruyendo por poderes.”

Las naranjas mecánicas no existen, excepto en el habla de los viejos londinenses. La imagen era extraña, siempre aplicada a cosas extrañas.  «Ser más raro que una naranja mecánica» quiere decir que se es extraño hasta el límite de lo extraño. Burgess la usa para referirme a la aplicación de una moralidad mecánica a un organismo vivo que rebosa de jugo y dulzura.

La historia trata principalmente sobre la  elección moral o libre albedrío, que es para el personaje protagonista algo ajeno. Elije hacer el mal por que siente en él deleite. No hay opción hacia el bien pues no disfruta con él.
Como consecuencia de llevar una vida llena de ultraviolencia, es traicionado por sus amigos y lo detienen después de matar a una mujer cuando estaban asaltando una casa. Como no quiere estar en la cárcel, sino volver a cometer actos violentos, decide hablar con el capellán de la prisión para presentarse voluntario a un experimento (Técnica Ludovico) que lo dejará libre en dos semanas. El capellán le dice: “Algunas veces no es grato ser bueno, pequeño 6655321. Ser bueno puede llegar a ser algo horrible. Y te lo digo sabiendo  que quizá te parezca una afirmación muy contradictoria. Sé que esto  me costará muchas noches de insomnio. ¿Qué quiere Dios? ¿El bien o que uno elija el camino del bien? Quizás el hombre que elige el mal es en cierto modo mejor que aquel a quien se le  impone el bien.” (Capitulo 2-3)

El personaje tiene que someterse a un experimento condicionador que cambiará su modo de obrar, que consiste en visionar las imágenes de unas películas que le muestran para cambiarle. Mientras las ve por primera vez piensa así: “La música no paraba, bump bump bump, y la atmósfera era siniestra.” Le hacen ver una serie de películas donde se muestran peleas, agresiones, violaciones, torturas, crímenes de guerra, campos de concentración y sin poder cerrar los ojos porque los tiene sujetos, la cabeza fija, el cuerpo inmóvil. Previamente le inyectan una medicación para poder condicionarle, que empieza a hacer efecto mientras las ve, provocándole nauseas y estremecimientos ante dichas visiones. (Capitulo 2-4)

Sobre su reacción física ante las películas dice Alex: “No entiendo por qué me sentí tan enfermo. Antes no me enfermaba nunca. Todo lo contrario. Quiero decir, que si lo hacía o miraba, me sentía realmente joroschó. No veo ahora por qué o cómo o qué...” El medico le contesta: “Lo que ahora te ocurre es lo que debiera ocurrirle a cualquier organismo humano normal y sano que observa las fuerzas del mal, el trabajo del principio de destrucción. Estamos curándote, te estamos devolviendo la salud. -Esta tarde te sentiste mal -dijo el  doctor Branom- porque estás mejorando. El hombre sano siente náusea y miedo cuando se encuentra con cosas odiosas. Te estás curando, eso es todo. Y mañana a la misma hora te sentirás mejor todavía.” (Capitulo 2-5)






 “Sentado en esa silla de tortura como unmálchico joroschó amable y bien dispuesto, mientras pasaban en la pantalla sucias escenas de ultraviolencia, y yo tenía los glasos bien abiertos para videarlo todo, y el ploto, las rucas y las nogas atados al sillón, de modo que no podía moverme.” “A pesar de todo el dolor y las náuseas, comprendí que la música que resonaba y crepitaba en la banda de sonido era de Ludwig van, el último movimiento de la Quinta Sinfonía, y entonces criché como un besuño: -¡Basta! -criché-. Basta, sodos grasños y asquerosos. ¡Un pecado, sí, eso, eso, un sucio e imperdonable pecado, brachnos! Usar de ese modo a Ludwig van. Él no le hizo daño a nadie. Beethoven no hizo más que escribir música. -Y entonces me sentí realmente enfermo.”

Cuando se obliga a alguien a hacer lo que no quiere, que va en contra de su elección moral, siempre hay algo que se escapa  de la intención primera original. No se puede controlar y redefinir el comportamiento humano sin tener efectos secundarios no deseados. El control mental de las masas acaba volviéndose contra el estado o contra la entidad generadora de poder total. Siempre hay algo que hay que sacrificar y en esta obra lo que antes era el único motivo de belleza que el protagonista encontraba en el mundo, la música de Beethoven, se vuelve algo horrible y nauseabundo. ¿Es bella la belleza por si misma o lo es por la educación asociativa recibida? ¿Se puede pensar de la misma manera con respecto a las cosas horribles o desagradables de la vida? ¿Son perversos estos actos por si mismos o lo son porque asociamos con la tradición de la  religión y la política del orden ético y moral y creemos que así deben ser?
La agresividad es connatural al individuo, forma parte de su constitución como miembro que es de una especie animal más. La violencia forma parte de su conducta libre.     

“Me hacen enfermar, me siento mal cada  vez que veo esas sucias películas perversas. Aunque en realidad no es por las películas. Creo que si dejara de verlas no volvería a enfermarme.” El doctor le contesta: “es la asociación, el método educativo más antiguo del mundo.”
Alex, que es un ser dotado de inteligencia (aunque su fuerza la dedica a lo que el considera grato: el mal), sabe de música y le dice al doctor: “No me importa lo de la ultraviolencia y toda esa cala. Puedo aguantarlo. Pero no es justo meterse con la música. No es justo que me enferme cuando estoy  slusando al hermoso Ludwig van y G. F. Handel, y otros. Todo lo cual demuestra que ustedes son un perverso montón de sodos, y nunca los perdonaré.”
Para convencerlos de que paren el experimento, ya que ve que su gusto por la música está siendo condicionado y no quiere sacrificar lo único no violento de su vida que le produce placer, les dice a los médicos lo siguiente: “Señores, ya  veo  que está mal. Está mal porque va contra la sociedad, está mal porque todos los vecos de la tierra tienen derecho a vivir y a ser felices sin que los golpeen, tolchoquen y apuñalen. Oh hermanos míos, no sólo me sentí muy enfermo sino además muy asombrado. Lo pasaron todo de nuevo: la vieja ultraviolencia y los vecos con las golovás aplastadas y las ptitsas destrozadas y goteando crobo que crichaban pidiendo compasión, y las peleas y porquerías privadas e individuales de costumbre. (…) De modo que lo que me estaba pasando era culpa de las películas que videaba, ¿no les parece? Excepto, por supuesto, hermanos, que esta vesche de Ludovico fuese como una vacuna,  y que ahora me estuviese viajando por el crobo, y en ese caso me enfermaría siempre siempre siempre cada vez que videase una escena de ultraviolencia.”    (Capitulo 2-6)

Cuando terminan las dos semanas de experimentos y condicionamiento, el doctor Brodsky lo presenta ante un público como un ser que está curado de maldad, un ser perfecto para integrarse en sociedad y no hacer daño a nadie nunca mas: “Como ven ustedes, nuestro sujeto se siente impulsado hacia el bien porque paradójicamente se siente impulsado al mal. La intención de recurrir a la violencia aparece acompañada por hondos sentimientos de incomodidad física. Para aliviarlos, el sujeto tiene que pasar a una actitud diametralmente opuesta.”
El capellán de la cárcel, que está presente contesta: “En realidad, no tiene  alternativa, ¿verdad? El interés propio, el temor al dolor físico lo llevaron a esa humillación grotesca.  La insinceridad era evidente. Ya no es un malhechor. Tampoco es una criatura capaz de una elección moral.” A lo que el doctor le replica: “Ésas son sutilezas. No nos interesan los motivos, la ética superior. Sólo queremos eliminar el delito...entonces Alex grita: “¿No soy más que una naranja mecánica?”  Y el doctor le explica que: “No tienes por qué protestar, muchacho. Elegiste, y esto es el resultado de tu elección. Lo que venga ahora es lo que elegiste tú mismo.” Mientras el capellán grita sobre el Amor Perfecto que Destruye el Miedo. Destruyen en Alex la violencia, el amor, la música…lo bueno y lo malo que hay en su ser. (Capitulo 2-7)

Alex es libre de nuevo, pero no hay lugar para el nuevo y condicionado Alex en su antigua vida. Se va encontrando con la gente a la que ha hecho daño: sus padres le repudian; los ancianos a los que machacaba por puro gusto le pegan una paliza sin poder defenderse de las agresiones. Encuentra a sus antiguos drugos-amigos que se han unido a las fuerzas del orden policial. Para acabar con la violencia se usa la violencia. Así se controla, pagándola en nómina y utilizándola y dirigiéndola desde un poder central.
Al recibir una paliza de la policía, que eran antes sus compañeros de violencia y destrucción, encuentra la casa que asaltó al principio de la novela donde vivía un escritor y su esposa. Al escritor se conoce por el nombre de La naranja mecánica, debido a un libro que escribía cuando Alex y sus amigos asaltaron su casa y por lo que había ganado fama de anticonformista y de actuar en contra del sistema político. Este siente lastima por lo que le han hecho al experimentar con él y le dice: “Hay pecado supongo, pero el castigo fue del todo desproporcionado. Te han convertido en algo que  ya no es una criatura humana. Ya no estás en condiciones de elegir. Estás obligado a tener una conducta que la sociedad considera aceptable, y eres una maquinita que sólo puede hacer el bien. Comprendo claramente el asunto... todo ese juego de los condicionamientos marginales. La música y el acto sexual, la literatura y el arte, ahora ya no son fuente de placer sino de dolor. El hombre que no puede elegir ha perdido la condición humana.” (Capitulo 3-4)

Mientras Alex está en la casa del escritor encuentra un ejemplar del libro La naranja mecánica: “Encontré un ejemplar de La naranja mecánica, ahora estaban convirtiendo en máquinas a todos los liudos, y que en realidad  todos -usted y yo y él y bésame los scharros- tenían que ir creciendo de manera natural, como una fruta. Según parece, F. Alexander pensaba que todos crecemos en lo que él llamaba el árbol del mundo y el jardín del mundo, que el mismo Bogo o Dios había plantado, y así estábamos allí, porque Bogo o Dios nos necesitaba para satisfacer el amor ardiente que tenía por nosotros, o alguna cala por el estilo.”
El escritor, a pesar de  que ha perdido a su mujer por culpa de la violencia que inflingió Alex y sus amigos hace años, no es partidario del control de las masas a favor de la seguridad y el bienestar de la sociedad. “¿Querrán todos que sus hijos se conviertan en lo que tú eres, pobre víctima? ¿No terminará decidiendo el propio gobierno qué es y qué no es delito, y destruyendo la vida y la voluntad de quien se atreva a desobedecer? (…) La tradición de libertad es lo más importante. La gente común está dispuesta a tolerarlo todo, sí. Es capaz de vender la libertad por un poco de tranquilidad.” (Capitulo 3-5)

Burgess experimentó algo parecido en su vida real. Su mujer fue violada estando embarazada y abortó como consecuencia del daño. Es curioso como se mete el autor en uno de los personajes para explicar lo que realmente piensa del libre albedrío a pesar de la experiencia vivida.

El protagonista acaba viéndose acorralado en casa del escritor. Este y sus amigos quieren aprovecharse de su situación para ir en contra del estado. Lo torturan poniéndole música de Beethoven y para no sufrir más, acaba tirándose por una ventana. Tras la rehabilitación en un hospital de las fracturas sufridas por la caída, su mente vuelve también a su estado original. Se siente curado porque vuelven las ganas de hacer el mal. Disfruta otra vez haciendo daño a los que le rodean por puro placer. La caída le descondiciona volviendo a ser lo que era. Volviendo a tener libre albedrío.

En el último capitulo (Capitulo 3-7), como veíamos al principio de este escrito, el nasdat Alex se siente aburrido de la repetición del mal. Tiene nuevos drugos a los que dominar y mandar y posee una especie de inmunidad y protección del estado por lo que experimentaron con él. Pero la ultraviolencia ya no le agrada, le aburre y siente hastío. Quiere cambiar, crear algo, usar su potencial y energía para hacer algo sin esperar nada a cambio. Piensa en los grandes músicos que compusieron grandes obras en su juventud y se siente vacío. Piensa en una vida diferente, con hijos y discutiendo con ellos, intentando que hagan lo mejor con sus vidas y sabiendo que estos no le escucharan como él no ha escuchado a nadie en su camino. Son las propias decisiones las que nos acercan a un lado u otro, hacia él bien o el mal, y es nuestra experiencia la que debe determinar que necesitamos en cada momento. El que no ha experimentado o disfrutado del mal no sabe que es lo bueno y viceversa. El que no tiene elección del mal no podrá llamarse libre, quiera o no  actuar de manera horrible.

                                                   Azahar Montes Parias
Córdoba, Mayo 2012.


Bibliografía

BURGESS, Anthony. Introducción de La naranja Mecánica. Noviembre de 1986. Editorial Minotauro. Barcelona. 2003.


HIRSCHBERGER, Johannes. Historia de la filosofía. Biblioteca HERDER. Editorial HERDER. Barcelona. 1972.

No hay comentarios:

Publicar un comentario