Sobre el libre albedrío en la novela La naranja mecánica y sus mecanismos de horror.
Anthony
Burgess (Manchester, 1917 - Londres, 1993) fue novelista, ensayista,
periodista y compositor de origen irlandés.
Tiene publicado un ensayo sobre Joyce y varias novelas: Inside Mr. Enderby,
Nothing Like the Sun, The Wanting Seed, Trémula intención, Poderes terrenales.
La
naranja mecánica es una novela escrita en 1962, que cuenta la historia del
nadsat-adolescente Alex (15 años) y sus tres drugos-amigos en un futuro distópico
cercano lleno de violencia y destrucción. Alex tiene, ha escrito Burgess,
"los principales atributos humanos; amor a la agresión, amor al lenguaje y
amor a la belleza. Pero es joven y no ha entendido aún la verdadera importancia
de la libertad, la que disfruta de un modo tan violento. En cierto sentido vive
en el Edén, y sólo cuando cae (como en verdad le ocurre, desde una ventana)
parece capaz de llegar a transformarse en un verdadero ser humano".En esta obra Burgess muestra una utopía negativa o
distopia, poniendo en escena un mundo dominado por la violencia individual y
colectiva.
Burgess
explica en la introducción de La Naranja Mecánica que nunca ha sido publicada
completa en EE.UU. El libro que escribió está dividido en tres partes de siete capítulos
cada una, un total de veintiún capítulos. 21 es el símbolo de la madurez
humana, o lo es en otros países aun, ya que a los 21 tenías derecho a
votar y asumías las responsabilidades de
un adulto. El autor marca así una pauta de evolución en el recorrido del
personaje en la novela.
El
libro que publicó en Nueva York sólo tenía veinte capítulos. El editor insistió
en eliminar el veintiuno. Por motivos económicos Burgess aceptó el cambio, ya
que en 1962 no era nada conocido y necesitaba dinero. Se da una profunda diferencia entre La naranja mecánica que es conocida en Gran Bretaña y el libro de
EE.UU., ya que el final de la historia varía de manera considerable. Cuando
Stanley Kubrick rodó su película, aunque lo hizo en Inglaterra, siguió la versión
norteamericana, y pareció que había suprimido el desenlace.
El
nasdat ultraviolento protagonista de esta historia crece unos años. La
violencia acaba por aburrirlo y reconoce que es mejor emplear la energía humana en la creación que en la destrucción.
La violencia sin sentido es una prerrogativa de la juventud. Su energía
destructiva le conduce ha seguir haciendo el mal, pero llega un momento en que
la violencia se convierte en algo juvenil y aburrido. “Es la réplica de los
estúpidos y los ignorantes.” La mente de Alex sufre un cambio: “siente la
necesidad de hacer algo en la vida, casarse, engendrar hijos, mantener la
naranja del mundo girando en las rucas de Bogo, o manos de Dios, y quizás
incluso crear algo, música por ejemplo.” “Es con una especie de vergüenza que
este joven que está creciendo mira ese pasado de destrucción. Desea un futuro distinto.”
La versión
americana y la película de Kubrick no acaban así. El chico es condicionado y
luego descondicionado y es feliz al saberse recuperado volviendo a tener
voluntad libre y violenta. «Sí, yo ya estaba curado», dice, y así concluyen el
libro norteamericano y la película. El capítulo
veintiuno concede a la novela la posibilidad de que los seres humanos pueden
cambiar, que el libre albedrío ha hecho elegir a Alex de otra manera gracias a
la experiencia del mal. Burgess cree que no tiene demasiado sentido escribir
una novela a menos que pueda mostrarse la posibilidad de una transformación
moral o un aumento de sabiduría que
opera en el personaje.
Este
libro aceptaba la noción de progreso moral y lo que en realidad querían los editores norteamericanos era un
libro pesimista.
El ser
humano está dotado de libre albedrío, puede elegir entre el bien y el mal. Kant
define al hombre como un valor absoluto. “La autonomía es el fundamento de la
dignidad de la naturaleza humana y de
toda naturaleza racional” (Fundamento, Obras, IV, 436). La ética Kantiana perseguía
un objetivo ideal: el hombre no debe jamás ser utilizado como medio, es decir,
subordinado a un ulterior fin extraño; ha de ser siempre un “fin en sí”. Santo
Tomás enseñó que nadie puede imponer una ley a sus propios actos (S. Th. I-II,
93,5). Kant da una segunda formula para entender la razón en su modo de obrar:
obra de tal suerte que siempre tomes a la humanidad como fin y jamás lo
utilices como medio, ya en tu persona, ya en la persona de cualquier otro”.
Si sólo
se puede actuar bien o sólo se puede actuar mal, serás como una naranja
mecánica, un juguete mecánico al que Dios o el Diablo o el Estado le darán
cuerda.
Dice el
autor que es tan inhumano ser totalmente bueno como totalmente malvado. Lo
importante es la elección moral. La maldad tiene que existir junto a la bondad
para que pueda darse esa elección moral.
Desgraciadamente
hay en nosotros tanta herencia del “pecado original” impuesto o condicionado
por la iglesia, que el mal nos parece atractivo y destruir es más fácil y mucho
más espectacular que crear. Nos gusta morirnos de miedo ante visiones de
destrucción cósmica. Su intención al escribir la novela era excitar las peores
inclinaciones. “Mi saludable herencia de pecado original se exterioriza en el
libro y disfruto violando y destruyendo por poderes.”
Las
naranjas mecánicas no existen, excepto en el habla de los viejos londinenses.
La imagen era extraña, siempre aplicada a cosas extrañas. «Ser más raro que una naranja mecánica»
quiere decir que se es extraño hasta el límite de lo extraño. Burgess la usa
para referirme a la aplicación de una moralidad mecánica a un organismo vivo que
rebosa de jugo y dulzura.
La
historia trata principalmente sobre la elección
moral o libre albedrío, que es para el personaje protagonista algo ajeno. Elije
hacer el mal por que siente en él deleite. No hay opción hacia el bien pues no
disfruta con él.
Como
consecuencia de llevar una vida llena de ultraviolencia, es traicionado por sus
amigos y lo detienen después de matar a una mujer cuando estaban asaltando una
casa. Como no quiere estar en la cárcel, sino volver a cometer actos violentos,
decide hablar con el capellán de la prisión para presentarse voluntario a un
experimento (Técnica Ludovico) que lo dejará libre en dos semanas. El capellán
le dice: “Algunas veces no es grato ser bueno, pequeño 6655321. Ser bueno puede
llegar a ser algo horrible. Y te lo digo sabiendo que quizá te parezca una afirmación muy
contradictoria. Sé que esto me costará
muchas noches de insomnio. ¿Qué quiere Dios? ¿El bien o que uno elija el camino
del bien? Quizás el hombre que elige el mal es en cierto modo mejor que aquel a
quien se le impone el bien.” (Capitulo
2-3)
El
personaje tiene que someterse a un experimento condicionador que cambiará su
modo de obrar, que consiste en visionar las imágenes de unas películas que le
muestran para cambiarle. Mientras las ve por primera vez piensa así: “La música
no paraba, bump bump bump, y la atmósfera era siniestra.” Le hacen ver una
serie de películas donde se muestran peleas, agresiones, violaciones, torturas,
crímenes de guerra, campos de concentración y sin poder cerrar los ojos porque
los tiene sujetos, la cabeza fija, el cuerpo inmóvil. Previamente le inyectan
una medicación para poder condicionarle, que empieza a hacer efecto mientras
las ve, provocándole nauseas y estremecimientos ante dichas visiones. (Capitulo
2-4)
Sobre
su reacción física ante las películas dice Alex: “No entiendo por qué me sentí
tan enfermo. Antes no me enfermaba nunca. Todo lo contrario. Quiero decir, que
si lo hacía o miraba, me sentía realmente joroschó. No veo ahora por qué o cómo
o qué...” El medico le contesta: “Lo que ahora te ocurre es lo que debiera
ocurrirle a cualquier organismo humano normal y sano que observa las fuerzas
del mal, el trabajo del principio de destrucción. Estamos curándote, te estamos
devolviendo la salud. -Esta tarde te sentiste mal -dijo el doctor Branom- porque estás mejorando. El
hombre sano siente náusea y miedo cuando se encuentra con cosas odiosas. Te
estás curando, eso es todo. Y mañana a la misma hora te sentirás mejor todavía.”
(Capitulo 2-5)
“Sentado en esa silla de tortura como
unmálchico joroschó amable y bien dispuesto, mientras pasaban en la pantalla
sucias escenas de ultraviolencia, y yo tenía los glasos bien abiertos para
videarlo todo, y el ploto, las rucas y las nogas atados al sillón, de modo que
no podía moverme.” “A pesar de todo el dolor y las náuseas, comprendí que la
música que resonaba y crepitaba en la banda de sonido era de Ludwig van, el
último movimiento de la
Quinta Sinfonía , y entonces criché como un besuño: -¡Basta!
-criché-. Basta, sodos grasños y asquerosos. ¡Un pecado, sí, eso, eso, un sucio
e imperdonable pecado, brachnos! Usar de ese modo a Ludwig van. Él no le hizo
daño a nadie. Beethoven no hizo más que escribir música. -Y entonces me sentí realmente
enfermo.”
Cuando
se obliga a alguien a hacer lo que no quiere, que va en contra de su elección
moral, siempre hay algo que se escapa de
la intención primera original. No se puede controlar y redefinir el
comportamiento humano sin tener efectos secundarios no deseados. El control
mental de las masas acaba volviéndose contra el estado o contra la entidad
generadora de poder total. Siempre hay algo que hay que sacrificar y en esta
obra lo que antes era el único motivo de belleza que el protagonista encontraba
en el mundo, la música de Beethoven, se vuelve algo horrible y nauseabundo. ¿Es
bella la belleza por si misma o lo es por la educación asociativa recibida? ¿Se
puede pensar de la misma manera con respecto a las cosas horribles o
desagradables de la vida? ¿Son perversos estos actos por si mismos o lo son
porque asociamos con la tradición de la
religión y la política del orden ético y moral y creemos que así deben
ser?
La
agresividad es connatural al individuo, forma parte de su constitución como
miembro que es de una especie animal más. La violencia forma parte de su
conducta libre.
“Me
hacen enfermar, me siento mal cada vez
que veo esas sucias películas perversas. Aunque en realidad no es por las
películas. Creo que si dejara de verlas no volvería a enfermarme.” El doctor le
contesta: “es la asociación, el método educativo más antiguo del mundo.”
Alex,
que es un ser dotado de inteligencia (aunque su fuerza la dedica a lo que el
considera grato: el mal), sabe de música y le dice al doctor: “No me importa lo
de la ultraviolencia y toda esa cala. Puedo aguantarlo. Pero no es justo
meterse con la música. No es justo que me enferme cuando estoy slusando al hermoso Ludwig van y G. F.
Handel, y otros. Todo lo cual demuestra que ustedes son un perverso montón de
sodos, y nunca los perdonaré.”
Para
convencerlos de que paren el experimento, ya que ve que su gusto por la música
está siendo condicionado y no quiere sacrificar lo único no violento de su vida
que le produce placer, les dice a los médicos lo siguiente: “Señores, ya veo
que está mal. Está mal porque va contra la sociedad, está mal porque
todos los vecos de la tierra tienen derecho a vivir y a ser felices sin que los
golpeen, tolchoquen y apuñalen. Oh hermanos míos, no sólo me sentí muy enfermo
sino además muy asombrado. Lo pasaron todo de nuevo: la vieja ultraviolencia y
los vecos con las golovás aplastadas y las ptitsas destrozadas y goteando crobo
que crichaban pidiendo compasión, y las peleas y porquerías privadas e
individuales de costumbre. (…) De modo que lo que me estaba pasando era culpa
de las películas que videaba, ¿no les parece? Excepto, por supuesto, hermanos,
que esta vesche de Ludovico fuese como una vacuna, y que ahora me estuviese viajando por el
crobo, y en ese caso me enfermaría siempre siempre siempre cada vez que videase
una escena de ultraviolencia.” (Capitulo 2-6)
Cuando
terminan las dos semanas de experimentos y condicionamiento, el doctor Brodsky lo
presenta ante un público como un ser que está curado de maldad, un ser perfecto
para integrarse en sociedad y no hacer daño a nadie nunca mas: “Como ven
ustedes, nuestro sujeto se siente impulsado hacia el bien porque
paradójicamente se siente impulsado al mal. La intención de recurrir a la
violencia aparece acompañada por hondos sentimientos de incomodidad física.
Para aliviarlos, el sujeto tiene que pasar a una actitud diametralmente
opuesta.”
El capellán
de la cárcel, que está presente contesta: “En realidad, no tiene alternativa, ¿verdad? El interés propio, el
temor al dolor físico lo llevaron a esa humillación grotesca. La insinceridad era evidente. Ya no es un
malhechor. Tampoco es una criatura capaz de una elección moral.” A lo que el
doctor le replica: “Ésas son sutilezas. No nos interesan los motivos, la ética
superior. Sólo queremos eliminar el delito...entonces Alex grita: “¿No soy más
que una naranja mecánica?” Y el doctor
le explica que: “No tienes por qué protestar, muchacho. Elegiste, y esto es el
resultado de tu elección. Lo que venga ahora es lo que elegiste tú mismo.” Mientras
el capellán grita sobre el Amor Perfecto que Destruye el Miedo. Destruyen en
Alex la violencia, el amor, la música…lo bueno y lo malo que hay en su ser.
(Capitulo 2-7)
Alex es
libre de nuevo, pero no hay lugar para el nuevo y condicionado Alex en su
antigua vida. Se va encontrando con la gente a la que ha hecho daño: sus padres
le repudian; los ancianos a los que machacaba por puro gusto le pegan una
paliza sin poder defenderse de las agresiones. Encuentra a sus antiguos drugos-amigos
que se han unido a las fuerzas del orden policial. Para acabar con la violencia
se usa la violencia. Así se controla, pagándola en nómina y utilizándola y
dirigiéndola desde un poder central.
Al
recibir una paliza de la policía, que eran antes sus compañeros de violencia y
destrucción, encuentra la casa que asaltó al principio de la novela donde vivía
un escritor y su esposa. Al escritor se conoce por el nombre de La naranja
mecánica, debido a un libro que escribía cuando Alex y sus amigos asaltaron su
casa y por lo que había ganado fama de anticonformista y de actuar en contra
del sistema político. Este siente lastima por lo que le han hecho al
experimentar con él y le dice: “Hay pecado supongo, pero el castigo fue del
todo desproporcionado. Te han convertido en algo que ya no es una criatura humana. Ya no estás en
condiciones de elegir. Estás obligado a tener una conducta que la sociedad
considera aceptable, y eres una maquinita que sólo puede hacer el bien.
Comprendo claramente el asunto... todo ese juego de los condicionamientos marginales.
La música y el acto sexual, la literatura y el arte, ahora ya no son fuente de
placer sino de dolor. El hombre que no puede elegir ha perdido la condición
humana.” (Capitulo 3-4)
Mientras
Alex está en la casa del escritor encuentra un ejemplar del libro La naranja
mecánica: “Encontré un ejemplar de La naranja mecánica, ahora estaban
convirtiendo en máquinas a todos los liudos, y que en realidad todos -usted y yo y él y bésame los scharros-
tenían que ir creciendo de manera natural, como una fruta. Según parece, F.
Alexander pensaba que todos crecemos en lo que él llamaba el árbol del mundo y
el jardín del mundo, que el mismo Bogo o Dios había plantado, y así estábamos
allí, porque Bogo o Dios nos necesitaba para satisfacer el amor ardiente que
tenía por nosotros, o alguna cala por el estilo.”
El
escritor, a pesar de que ha perdido a su
mujer por culpa de la violencia que inflingió Alex y sus amigos hace años, no
es partidario del control de las masas a favor de la seguridad y el bienestar
de la sociedad. “¿Querrán todos que sus hijos se conviertan en lo que tú eres, pobre
víctima? ¿No terminará decidiendo el propio gobierno qué es y qué no es delito,
y destruyendo la vida y la voluntad de quien se atreva a desobedecer? (…) La
tradición de libertad es lo más importante. La gente común está dispuesta a
tolerarlo todo, sí. Es capaz de vender la libertad por un poco de tranquilidad.”
(Capitulo 3-5)
Burgess
experimentó algo parecido en su vida real. Su mujer fue violada estando
embarazada y abortó como consecuencia del daño. Es curioso como se mete el
autor en uno de los personajes para explicar lo que realmente piensa del libre
albedrío a pesar de la experiencia vivida.
El
protagonista acaba viéndose acorralado en casa del escritor. Este y sus amigos
quieren aprovecharse de su situación para ir en contra del estado. Lo torturan
poniéndole música de Beethoven y para no sufrir más, acaba tirándose por una
ventana. Tras la rehabilitación en un hospital de las fracturas sufridas por la
caída, su mente vuelve también a su estado original. Se siente curado porque
vuelven las ganas de hacer el mal. Disfruta otra vez haciendo daño a los que le
rodean por puro placer. La caída le descondiciona volviendo a ser lo que era.
Volviendo a tener libre albedrío.
En el último
capitulo (Capitulo 3-7), como veíamos al principio de este escrito, el nasdat
Alex se siente aburrido de la repetición del mal. Tiene nuevos drugos a los que
dominar y mandar y posee una especie de inmunidad y protección del estado por
lo que experimentaron con él. Pero la ultraviolencia ya no le agrada, le aburre
y siente hastío. Quiere cambiar, crear algo, usar su potencial y energía para
hacer algo sin esperar nada a cambio. Piensa en los grandes músicos que
compusieron grandes obras en su juventud y se siente vacío. Piensa en una vida
diferente, con hijos y discutiendo con ellos, intentando que hagan lo mejor con
sus vidas y sabiendo que estos no le escucharan como él no ha escuchado a nadie
en su camino. Son las propias decisiones las que nos acercan a un lado u otro,
hacia él bien o el mal, y es nuestra experiencia la que debe determinar que
necesitamos en cada momento. El que no ha experimentado o disfrutado del mal no
sabe que es lo bueno y viceversa. El que no tiene elección del mal no podrá
llamarse libre, quiera o no actuar de
manera horrible.
Azahar Montes Parias
Córdoba, Mayo 2012.
Bibliografía
BURGESS,
Anthony. Introducción de La naranja Mecánica. Noviembre de 1986. Editorial
Minotauro. Barcelona. 2003.
HIRSCHBERGER,
Johannes. Historia de la filosofía. Biblioteca HERDER. Editorial HERDER.
Barcelona. 1972.
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