EsTétricas
EsTétricas es una regresión a la infancia, a la imaginación y al juego. Fabricar con lo que hay cerca, combinar lo cotidiano y pobre (telas, trapos, lana, pelo, lazos, relleno para cojines) cosas con las que jugar cuando no se tiene nada más.
Esconder, olvidar, perder, destripar, romper, desmembrar, ahorcar de un árbol, enterrar, son algunas de las cosas que pueden pasarles a lo muñecos que tuvimos en la infancia.
El juego en la infancia es fundamental para el desarrollo psíquico del niño. Jugar a cosas que se suponen peligrosas o que causan el miedo puede ser lo más emocionante de la infancia. Sientes que te pones a prueba con cualquier cosa que hagas. Entre otros juegos, de pequeña, enterraba cosas para desenterrarlas al invierno siguiente, y sentir como si hubiera encontrado un tesoro perdido.
Esta serie de muñecas de trapo están hechas con lo encontrado en casa. Casi todas las telas son de ropa mía que ya no sirve, pero que tienen una memoria. Están cosidas a mano, como lo haría un niño (ya que no lo dejarían usar una máquina de coser). Tienen pequeños objetos que ya nadie quiere encontrados en mi casa: relojes, gafas, anillos, pendientes . El pelo es de tela, o lana o pelo mío de verdad. El ojo que tienen pintado es el mío. Ven lo que yo vería si fuera de trapo. Cuando las terminé les fabriqué un ataúd a cada una con maderas encontradas y las enterré en el campo, para ver como pasa el tiempo en ellas y como la naturaleza, el agua y la tierra, hacen su efecto.
El juego en la infancia es fundamental para el desarrollo psíquico del niño. Jugar a cosas que se suponen peligrosas o que causan el miedo puede ser lo más emocionante de la infancia. Sientes que te pones a prueba con cualquier cosa que hagas. Entre otros juegos, de pequeña, enterraba cosas para desenterrarlas al invierno siguiente, y sentir como si hubiera encontrado un tesoro perdido.
Esta serie de muñecas de trapo están hechas con lo encontrado en casa. Casi todas las telas son de ropa mía que ya no sirve, pero que tienen una memoria. Están cosidas a mano, como lo haría un niño (ya que no lo dejarían usar una máquina de coser). Tienen pequeños objetos que ya nadie quiere encontrados en mi casa: relojes, gafas, anillos, pendientes . El pelo es de tela, o lana o pelo mío de verdad. El ojo que tienen pintado es el mío. Ven lo que yo vería si fuera de trapo. Cuando las terminé les fabriqué un ataúd a cada una con maderas encontradas y las enterré en el campo, para ver como pasa el tiempo en ellas y como la naturaleza, el agua y la tierra, hacen su efecto.
La infancia
La infancia ha proporcionado a los artistas contemporáneos un lenguaje plástico que les permite expresar gran cantidad de emociones y de ideas. Cualquiera que recuerde la infancia sabe que ésta no es tan agradable como esa idea preconcebida que nos hacen creer con cuentos y dibujos animados. La infancia está llena de miedos y temores, la mayoría relacionados con la sensación de pérdida.
En la infancia a menudo nos sentimos mal, la vida puede ser desconcertante, aterradora. La vida de un niño está llena de miedos e incertidumbres, nadie nos dice la verdad. Los sueños y sentimientos de los niños no son tenidos en cuenta. La creatividad que poseen se debe principalmente al desconocimiento de todo lo que existe en el mundo.
La infancia termina cuando nos vemos despojados de esa fantasía de que todo lo imaginable es posible. Cuando dejamos de proyectar nuestro futuro como algo que va a ser grandioso, sobre todo para nosotros, dejamos de creer en nosotros mismos, dejamos de existir como proyecciones futuras creadas por nuestra mente. Deseos, ilusiones y fantasías quedan apartadas de nuestras prioridades y nos movemos por instinto: la sociedad es pasional y a veces primitiva. Debemos de imaginar siempre un mañana lleno de cosas nuevas que aprender, no podemos simplemente despertar y dejar pasar un día y otro hasta que muramos, conformándonos con ser cualquier cosa mientras tengamos de todo en nuestras casas.
Antes de Enterrar
Las manos
Las sensaciones corporales que descubrimos
durante la infancia se mantienen vividas en nuestra memoria y para muchos otros
artistas actuales se convierten en fuente para varios tipos de manifestaciones
artísticas.
El reconocimiento del cuerpo en nuestra infancia es
importante. Es habitual que al niño se le pegue en las manos cuando toca o
rompe lo que no debe. Hasta hace no mucho se les pegaba a los niños en los colegios en
las manos. Las manos manifiestan parte de nuestra libertad corporal.
Antiguamente, cuando se robaba algo, la ley del ojo por ojo dictaba que había
que cortársela. Todas mis obras tienen las manos cortadas porque de pequeños
siempre nos prohíben tocar cualquier cosa. Las cosas de los mayores son
sagradas, no podemos abrir nada y ver lo que esconden con tanto celo.
Sólo tenemos ansías de conocimiento, de ver, de tocar, de
saber porque los padres y abuelos, todos los adultos, guardan en secreto tantas
cosas.
“Estate quieta y quédate donde pueda verte” y “¡Te voy a
cortar las manos!” eran las frases que más escuchaba de pequeña. Mis obras no
tienen manos porque tienen prohibido tocar cualquier cosa y no tienen pies para
que no puedan irse lejos.
Los niños pequeños quieren agarrarlo todo. Ante cualquier
objeto que les enseñes tienen la
necesidad de examinarlo y reconocerlo por el tacto además de por la vista. Para
saber y conocer lo que es tienen que sentir su forma, su textura, sentir su
calidez o frialdad. No basta con ver para conocer.
Nos quitan la libertad de conocimiento, la libertad de
aprender a nuestra propia velocidad. Nuestro aprendizaje lo determinan los mayores desde el momento en
que nos prohíben: prohibido ver, preguntar, tocar y acariciar. Dejan de
contestar a nuestras preguntas porque las consideran impertinentes o prohibidas
(el creacionismo contra el evolucionismo) y nos limitan y censuran la
información que entra en nuestras casas gracias a los medios de comunicación.
La religión católica
demoniza todo lo que le es diferente, ajeno. Lo que no quiere comprender
porque no va con sus intereses es convertido y nombrado como siniestro. Lo
rechaza y lo condena. Te dicen que llevas el diablo dentro cuando eres travieso y no cumples con lo que esperan de ti, y si te haces daño jugando
demasiado te dicen que el Señor te ha
castigado por ser un niño malo .
En la imaginación de nuestras mentes, ya sean infantiles
o adultas, todos demuestran tener preferencia por lo grotesco, los gigantes,
los enanos, en general todos los monstruos: ya sean imaginarios o reales,
cíclopes, duendes, hadas, fantasmas, extraterrestres o ciborb.
Los mundos oníricos creados por la literatura moderna,
Liliput y Alicia, están mucho más cerca del universo psíquico del niño que las
historias de Dante o la Metamorfosis de Ovidio, mundos creados por obsesiones
adultas: amor romántico, Literatura y Dios. Los psicoanálisis ofrecen una
respuesta: mientras que el miedo adulto es metafísico (infierno en Dante) el
infantil es físico (Hansel y Gretel).
El desenlace de la mayoría de los cuentos infantiles
parece plantear una amenaza al sentido de seguridad del niño, que puede ser
abandonado, traicionado, olvidado. El niño, al identificarse con los
personajes, consigue dominar sus más extremos temores y perfila en su mente la
venganza hacia el mundo de los adultos, que es lugar de donde provienen todos
los males. En los cuentos de la Cenicienta, Hansel y Gretel, Blancanieves ( la
bruja era su madre natural según los cuentos de los Hermanos Grim , no su
madrastra, pero lo cambiaron, quizá Disney, para no crear mayor trauma, aunque
el daño está echo para todas las madrastras) se muestran estos temores
infantiles. Desde esta perspectiva el mundo infantil puede parecer siniestro y
muy desconcertante.
Los ojos
son el reflejo del alma. El ojo
nos permite ver y volvernos conscientemente perceptivos en nuestra
experiencia en la realidad. El ojo ha poseído siempre una fuerte función simbólica
y mágica que ha dado origen a leyendas y mitologías; fuente de creación divina,
metáfora del despertar de la conciencia, amuleto para el hombre y ofrenda para
las divinidades.
Hay mucha simbología ligada con la imagen del ojo : el ojo como una metáfora para la fuente de la creación , el Ojo de Dios. Esta asociación del ojo/Dios se hace en muchas civilizaciones y religiones diferentes. El ojo es de forma ovalada. Todo en nuestra realidad es creado por los patrones de la geometría sagrada.
Hay mucha simbología ligada con la imagen del ojo : el ojo como una metáfora para la fuente de la creación , el Ojo de Dios. Esta asociación del ojo/Dios se hace en muchas civilizaciones y religiones diferentes. El ojo es de forma ovalada. Todo en nuestra realidad es creado por los patrones de la geometría sagrada.
Hay muchos seres de un solo ojo y cada uno tiene su mito o
leyenda. Antes de ser nombre de un instrumento, la palabra monóculo se
aplicó a quienes tenían un solo ojo.
La nación de los cíclopes no
era la única que tenía un solo ojo; Plinio (vii,
2) también hace mención de los arimaspos,
hombres
notables por tener sólo un ojo, y éste en la mitad de la frente. Viven en
perpetua guerra con los grifos, especie de monstruos alados, para arrebatarles
el oro que éstos extraen de las entrañas de la tierra y que defienden con no
menos codicia que la que ponen los arimaspos en despojarlos.
En la mitología medieval de
los escandinavos, las nornas son las parcas. Son tres y sus nombres son Pasado, Presente y Porvenir.
Comparten un solo ojo con el que pueden ver el pasado, el presente y el futuro.
En la tradición egipcia
aparece El Ojo Que Todo Lo Ve unido a un concepto religioso que es utilizado
por la Masonería y los Illuminati, entre otras sectas. El Cristianismo y el
resto de religiones también se refieren al concepto de esta mirada
omnipresente, pero se diferencian en su interpretación: para unos es un ojo
vigilante y controlador que abarca la inmensidad, y para otros es la mirada
sobre uno mismo.
Desde el punto de
vista del "triple tiempo" ( Los Masones), la luna y el ojo izquierdo
corresponden al pasado; el sol y el ojo derecho, al porvenir; y el "tercer
ojo", al presente, es decir, al "instante" indivisible que,
entre el pasado y el porvenir, es como un reflejo de la eternidad en el tiempo.
Se puede entender el tercer ojo que tienen las muñecas de trapo como ese ojo
izquierdo, siniestro, que mira al pasado.
Enterramientos
Los cementerios son lugares para dormir. Enterrar cosas significa que queremos liberarnos de ellas, que estamos dispuestos a dejarlas ir. Desenterrarlas significa que aunque sean cosas del pasado queremos revivir esos momentos que creíamos olvidados.
Con la infancia, con el pasado, nos ocurre igual. Lo dejamos atrás, pero de vez en cuando queremos recordar o no podemos olvidar, ya sean los buenos o malos momentos de nuestra vida anterior. A través del funeral, el difunto es honrado y abandonado al mismo tiempo. Desde el punto de vista psicológico, los ritos funerarios son la expresión del duelo, el sentimiento provocado por la muerte en los parientes del difunto.
En el presente voy construyendo mi futuro, pero solo reviviendo el pasado de vez en cuando seguimos sabiendo quienes somos. En el pasado está nuestra identidad.
Bibliografía
-
Retorno al país delas maravillas. El arte contemporáneo y la infancia.
Editorial Centre Cultural de la Fundació La Caixa, Barcelona.
-
Cirlot, Juan-Eduardo El ojo en la
mitología. Su simbolismo.
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